¿INVERSIONES DE IMPACTO PARA MEJORAR EL MUNDO?

En el último año he tenido ocasión de asistir a algunos foros de inversión EMPRESAS SOCIALES, organizados por prestigiosas escuelas de negocios y fundaciones, y confieso que el modelo de financiación que se conoce como inversión de impacto me provoca sentimientos divididos.

Usaré el término inversión de impacto para referirme a un tipo de financiación de proyectos sociales o medioambientales que tiene las siguientes características comunes:

  • Ponen el énfasis en el individuo emprendedor.
  • Atienden fundamentalmente a la finalidad social o medioambiental de la empresa.
  • Mantienen la supremacía del capital en la gobernanza.

Se trata de una traslación de un modelo de éxito en los países anglosajones, donde la cultura capitalista y la filantropía están muy arraigadas, y no había por el contrario tradición de empresa social. Un modelo que sin duda consigue atraer capital para proyectos sociales, aunque quizás esté sacrificando algunas cosas importantes y no se adapte bien a nuestra cultura.

En mi etapa al frente de la Federación de Cooperativas de Trabajo de Catalunya tuve la suerte de liderar el primer Programa de Impulso a de la emprendeduría social de Catalunya, junto a ESADE y Barcelona Activa. Ello me permitió conocer con detalle esta supuesta nueva tendencia empresarial. Lo primero que observé es que lo que se entiende por empresa social es diferente en el mundo anglosajón y en la cultura empresarial mediterránea (Francia como líder, y también España e Italia). En nuestra cultura en el concepto de empresa social damos más importancia a lo colectivo, a la forma de trabajar (escala salarial, reinversión de resultados, orientación a mercado,…) y a la participación (modelo de gobernanza).

En las cooperativas nos gusta decir que el beneficio es un medio necesario para conseguir nuestro objetivo social, cómo nos organizamos para conseguir ese beneficio y qué hacemos con él, es lo importante en nuestra cultura. Hay que reconocer que en el mundo cooperativo, y la economía social en general, hay empresas con más de 30 años que ya eran, son y serán empresas sociales, y es por este motivo que este movimiento de los emprendedores sociales se ve con sorpresa y hasta con algún recelo, y voy a explicar el por qué de este recelo, con la intención de aproximar posiciones. Estoy convencido que todos tenemos el mismo empeño, dar un sentido a nuestro trabajo y a nuestro dinero para conseguir un mundo mejor.

Por un lado, está muy bien que haya capital en manos de personas físicas e instituciones que quiera canalizarse hacia empresas que tienen como objetivo resolver una problemática social y/o medioambiental. El proceso de captación de capital favorece, sin duda alguna, una mejora del proyecto empresarial, no sólo en términos de solvencia, también en cuanto a la orientación a resultados, la gestión y la comunicación.

Al lado de inversores sociales cuyo criterio de selección de proyectos se basa esencialmente en el múltiplo esperado para su inversión, existen otros que se plantean la inversión con otros requerimientos adicionales. Pero en el fondo, quizás estemos reproduciendo análisis de empresas con el mismo criterio básico, maximizar el valor para el accionista. Y esto desvirtúa la práctica empresarial social.

La cultura americana rinde culto al individuo que con su esfuerzo es capaz de levantar un imperio, social en nuestro caso. A veces me gusta enfrentar la visión del líder visionario a la del liderazgo distribuido, prefiero la segunda, aunque debo reconocer que es más difícil poner buenos ejemplos de empresas sociales exitosas con liderazgo compartido, aunque los hay y no voy a nombrar para que nadie se sienta excluido.

La coherencia de nuestras acciones con los valores que se proclaman para las empresas debería reproducirse también en todos los ámbitos de nuestras vidas, no sólo en lo profesional, pero especialmente.

Pero con estas reflexiones me desvío de mi objetivo con este artículo. Decía que el proceso de captación de capital para la empresa social aporta cosas buenas, y todo ello unido debería resultar en una mejora de las expectativas de éxito y por tanto una disminución del riesgo para el inversor.

Ahora bien, el modelo anglosajón de inversión de impacto convierte  la plusvalía para el inversor en un objetivo central, y puede desviar la práctica empresarial de otros, socialmente más valiosos, como la generación de ocupación, la creación de cultura democrática o el impacto local. Además mantiene el poder en el capital, lo que a todas luces no es socialmente justo ni ético, me atrevería a decir. En cambio, un modelo de gobernanza basado en las personas me parece un criterio esencial y éste está en contradicción en las sociedades de capital.

La captación de recursos para las empresas sociales es esencial, ¿pero a cambio de qué? ¿No estaremos favoreciendo una economía social paliativa, simplemente? ¿No hay otra forma de financiar las empresas sociales?

Si a estas dudas añadimos que el modelo de inversión basado en el capital es casi incompatible con la fórmula cooperativa, donde el poder debe estar en manos de quien realiza la actividad cooperativizada, y no está ligado al capital. Debemos, en conclusión, ponernos a trabajar para desarrollar instrumentos financieros igualmente útiles, pero más universales, que puedan ser aprovechados por las empresas sociales, independientemente de la figura jurídica particular y que faciliten que todos los recursos de las empresas sociales se orienten a resultados económicos y sociales a la vez, mediante un gobierno en manos de las personas. Creo que así se trabaja de forma más amplia y profunda por un mundo mejor, aunque con las inversiones de impacto también sin duda y debemos encontrar la fórmula que nos permita sumar ambas cosas.

Qué es una empresa social?

Gracias al exceso de liquidez en manos privadas, a las experiencias exitosas, a la mayor consciencia social y a los recortes en gasto social de los gobiernos europeos, la inversión de impacto, inversión social o inversión responsable está viviendo un relativo auge en nuestro país. Digo relativo porque todavía el impacto real de las inversiones realizadas sobre el conjunto de la economía es bajo en comparación con el potencial que atesora. Ya existen sobre el tapete fondos de inversión (Ambar, Meridia, Creas) , sociedades de capital riesgo (GICOOP) y otras iniciativas (Momentum project, BReady, COOP 57, TAMA, FIARE BANCA ÉTICA, OINARRI,…) que en conjunto ponen a disposición de las empresas sociales más de 200 millones de euros para la financiación (capital, deuda subordinada y otros instrumentos).

Una primera observación es que en nuestro país el debate sobre qué debe cumplir una empresa para considerarla como social ha sido escaso y no está cerrado. Algunas entidades muy activas en este incipiente sector simplemente trasladan los conceptos y prácticas anglosajonas, que atienden casi exclusivamente a la finalidad de los proyectos empresariales. A diferencia de Francia donde la aparición de MOUVES (www.mouves.org) supuso un consenso en torno a 4 pilares dinámicos:

1- Un proyecto económico viable.
2- Con una finalidad social o medioambiental.
3- Con ánimo de lucro limitado: donde los excedentes son dedicados al desarrollo del proyecto y las personas, la remuneración del capital está limitada, y la escala salarial ajustada.
4- Con una gobernanza participativa, donde la toma de decisiones no está basada en la propiedad del capital.

Personalmente con estos cuatro pilares si me parece que estaremos ayudando a crear un mundo mejor. Exigiendo a nuestras empresas sociales viabilidad, compromiso social, limitación al lucro y participación si estaremos promoviendo otra forma de hacer empresa y una cultura que nos hará mejores. Cumpliendo estos requisitos, como inversor me aportan más confianza y menor riesgo y además mi actuación es coherente con mis principios .